En la vida, lo esencial es hacer
juicios a priori sobre todas las cosas. Pareciera, en efecto, que las masas se
equivocan y los individuos siempre tienen razón. Pero hay que guardarse de
deducir de ello reglas de conducta: éstas no tienen que necesitar ser
formuladas para que uno las siga. Sólo existen dos cosas: el amor en todas sus
manifestaciones, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o la de
Duke Ellington. El resto debería desaparecer, porque el resto es feo, y las
pocas páginas que a continuación sirven para demostrarlo extraen toda su fuerza
del siguiente hecho: el argumento es totalmente verdadero porque lo imaginé de
cabo a rabo. Su realización material propiamente dicha consiste, esencialmente,
en una proyección de la realidad, dentro de una atmósfera oblicua y
recalentada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y sometido a
distorsiones. Como se ve, es un procedimiento confesable, si es que los hay.
Prólogo a La Espuma de los días (1947)
Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Boris Vian y su mujer
Michelle en Paris en 1952.
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